EX UNO LAPIDE - Presentación El Alma del bloque de mármol Editora
El Alma del bloque de mármol Editora, o lo que es lo mismo, yo, Beatriz Cano Olmedo, he podido superar todos y cada uno de los obstáculos que un obsesivo misógino se ha encargado de que hayan ido surgiendo durante este último año con el único objetivo de impedir que esta editorial existiese.
El Alma del bloque de mármol Editora, surge para tratar de impedir que lo que me ha ocurrido, y por desgracia aún me ocurre, lo sufran más personas; surge para plantar cara a ese silencio aniquilador que me ha querido imponer el
misógino que lleva siete años acosándome y calumniándome con la única finalidad
de aniquilar toda mi existencia. Un cruel hipócrita, un ser frustrado, mediocre y oscuro consumido
por la envidia y el odio, un lobo rapaz disfrazado de oveja que tuve la desventura de encontrar en mi camino.
Mi lucha titánica de siete años contra
el abuso de poder ejercido por este misógino para arruinarme la vida no quedará
en nada.
Ahora continúo mi camino, y este sólo
es el comienzo.
Aquí os dejo la presentación de la
editorial: EX UNO LAPIDE.
EX
UNO LAPIDE
Presentación El Alma del bloque de mármol Editora
En la Historia del Arte, es bien sabido que la realización de una
escultura colosal tallada en una sola pieza (ex uno lapide[1]) era
considerada toda una verdadera obra maestra por la grandeza técnica que ello
conllevaba, ya que el más mínimo error en su ejecución podía arruinarla por
completo; por ello lo más común era tallar las diversas piezas por separado y
posteriormente ensamblarlas.
En la Florencia de 1501 se encontraba un bloque de piedra,
concretamente de mármol de Carrara de casi seis metros de altura. Era un
gigantesco bloque de mármol perforado y dejado como inservible, ya que había
sido utilizado para la elaboración de uno de los gigantes que tenían que
sustituir a los contrafuertes del Duomo[2].
Estropeado, muerto y desahuciado…
“Y tan mal había sido cortada la obra que había hecho un agujero entre
las piernas y había dejado el bloque estropeado, de modo que los custodios de
Santa María del Fiore que trabajaban en ello no se habían preocupado por
acabarlo, y dándolo por muerto lo habían abandonado, y así había permanecido e
iba a seguir permaneciendo durante muchos años.”[3]
Estropeado, muerto y desahuciado…
Hasta que un día Miguel Ángel observó y midió atentamente aquel coloso
pétreo, “examinando si podía extraer una figura razonable acomodándose a la
piedra que el maestro Simone había estropeado y decidió pedírselo a los
custodios, que se lo concedieron porque consideraban que ya era inservible, y
estaban convencidos de que, se hiciese lo que se hiciese con él, sería mejor
que dejarlo en el estado en que se encontraba, porque ni despedazado ni así
cortado resultaba útil para la construcción.”[4]
Estropeado, muerto y desahuciado…
En septiembre de 1501 Miguel Ángel rescató aquel gigantesco bloque de
mármol perforado e inservible que llevaba años abandonado en la Obra del Duomo
de Florencia, y “lo elevó a la máxima perfección”[5], resucitando algo que se
había dado por muerto[6]. De aquel
colosal bloque de mármol de Carrara emergió una de las obras de arte más
famosas de todos los tiempos: el David de Miguel Ángel.
Lo que para unos era un gigantesco bloque de mármol estropeado, muerto
y desahuciado, dejado como inservible y abandonado, para Miguel Ángel fue una
de sus grandes obras maestras. Él, tal como nos relata Vasari, lo examinó para
ver si podía extraer una figura de la piedra; era lo que él llamaba el Alma del
bloque de mármol.
Miguel Ángel afirmaba que en cada bloque de mármol se escondía un
alma, una obra, una figura prisionera a la que tenía que liberar. Y cada alma
que liberó del bloque de piedra durante toda su longeva carrera no era otra
cosa más que el reflejo de él mismo, su expresión artística, su huella en la historia
de la humanidad que dejó esculpida para las generaciones venideras.
Sin embargo, mi reflexión se enlaza mucho más allá de estas cuestiones
estéticas.
Creo firmemente que todos los seres humanos somos escultores. Todos y
cada uno de nosotros esculpimos un bloque de mármol desde que venimos a este
mundo, y la vida son los inevitables golpes que chocan y resquebrajan la
piedra. Sin embargo, somos nosotros los que decidimos cómo dirigir esos golpes
de la vida.
Tan sólo depende de nosotros que ese bloque de mármol que se nos
otorga al nacer se convierta en algo estropeado, muerto y desahuciado, o, por
el contrario, saquemos a la luz el Alma del bloque de mármol, y creemos algo
extraordinario para la posteridad.
Es escultora la madre que ayuda a su hija con epilepsia durante más de
nueve años, estudiando con ella todos los días durante horas y horas, durante
el curso escolar y en verano, en Semana Santa y en Navidad, explicándole todo
con amor e infinita paciencia hasta que lo consiguiera comprender, logrando así
que su hija siguiera el ritmo del resto de la clase sin que repitiera ni un
solo curso. Y es escultora la profesora de Teatro que dedica más de treinta
años de su vida a enseñar a sus alumnos, ocupándose y preocupándose de que
aprendan, constatando y enorgulleciéndose cada año del maravilloso avance de
todos y cada uno de ellos.
Ésa es mi madre, María Victoria Olmedo Toval, y yo, soy parte de su
obra. Estoy aquí gracias a ella, y he logrado todo lo que he querido hacer en
mi vida gracias a ella. De ella he aprendido el esfuerzo, el coraje, el tesón y
la honestidad que forman parte de mi ser. De ella he aprendido a no perder
nunca de vista el Alma del bloque de mármol.
Por eso, todos los golpes de la vida, en vez de arruinar y dejar
inservible al bloque de mármol, los he ido administrando y dirigiendo.
Desde pequeña, estando aún enferma, decidí no comportarme nunca como
las personas que se burlaban de mí y me insultaban por no lograr comprender las
cosas con la rapidez que debía. Más adelante, cuando, gracias a Dios, me curé,
y las burlas e insultos provenían de la envidia y el odio, me reafirmé en mi
decisión de vida. Desde pequeña decidí no convertirme en uno de esos seres
amorfos que disfrutan con el sufrimiento ajeno, seres frustrados y carcomidos
por la envidia y el odio, un bloque resquebrajado e inservible, estropeado,
muerto y desahuciado. Decidí no perder de vista el Alma del bloque de mármol.
Yo soy quien dirijo los golpes. Porque yo soy la escultora. Yo soy el
Alma del bloque de mármol.
Estoy esculpiendo la obra de mi vida, para dejar a la posteridad un
legado que sea digno de ser recordado. Y nadie tiene poder sobre ello más que
yo. Porque yo soy la escultora. Yo soy el Alma del bloque de mármol.
Durante estos últimos siete años, los golpes han venido asestados por
un misógino, un hombre que quiere arruinar, silenciar y aniquilar toda mi
existencia. Él me ha querido robar no sólo mi investigación que desarrollé en
Roma, sino también mi vida, mi vocación, y hasta mi fe.
Él me ha difamado y calumniado. Él lleva años acosándome de todas las
formas posibles. Él intercepta todo cuanto decido llevar a cabo, da igual que
sea un artículo, un proyecto, la publicación de un Auto Sacramental, una
admisión en una universidad, o sacar a la luz todo lo que lleva haciéndome para
destruirme. Él se vale de terceras personas a las que recompensa para hacer
todo esto, y aún más.
Siete años de calumnias, férreo acoso, y patéticos plagios
desfigurados de mis trabajos.
Daño, daño y más daño. Golpes constantes que sólo buscan destrozarlo
todo, que sólo buscan destrozarme.
Pero yo soy quien dirijo los golpes. Porque yo soy la escultora. Yo
soy el Alma del bloque de mármol.
Y él, tras siete años, no ha logrado nada.
No has logrado nada.
Por eso comenzó desde hace unos años a atacar a mi madre, también de
mil maneras distintas a través de sus asalariadas marionetas, y aún con mayor
furia desde que ella colgó en internet el poema que hablaba sobre todo lo que
él me había hecho.
Pero no has podido, ni con ella, ni conmigo.
No has logrado nada.
No tienes ningún poder sobre mí, porque yo soy quien dirige los
golpes, y ni tú, ni nadie, logrará aniquilar mi existencia. Porque yo soy la
escultora. Yo soy el Alma del bloque de mármol.
Desde pequeña, decidí no perder de vista el Alma del bloque de mármol…
Por eso, y porque, a diferencia tuya, yo sí soy coherente con la fe
que profeso, públicamente te digo que TE PERDONO.
Sí, has leído bien. Te perdono para poder seguir adelante. Ni el odio
ni el rencor se instalarán en mi alma por tu culpa impidiéndome avanzar. Porque
yo voy a continuar mi camino, te guste o no.
Voy a conseguir mi Doctorado en Iconografía Cristiana, ése que llevas
siete años intentando de mil maneras distintas que yo no lo pueda obtener. Pero
yo seré Doctora en Historia del Arte, te guste o no, y compartiré mis
investigaciones para dar a conocer la maravillosa comunicación con las voces
del pasado. Seguiré ejerciendo mi vocación.
Yo voy a continuar mi camino.
Y perseveraré con mi Fe. Continuaré dirigiendo los golpes de la vida
asida a la luz de la Fe, como llevo haciendo desde pequeña, cuando decidí no
perder de vista el Alma del bloque de mármol.
Yo voy a continuar mi camino.
Y espero que tú rectifiques y te arrepientas. Aún estás a tiempo. Rectifica tu vida y no sigas convirtiéndola en un resquebrajado e inservible bloque de mármol.
Estoy esculpiendo la obra de mi vida, para dejar a la posteridad un
legado que sea digno de ser recordado. Y nadie tiene poder sobre ello más que
yo.
Porque yo soy la escultora.
Yo soy el Alma del bloque de mármol.
El
Alma del bloque de mármol Editora
Madrid, junio de 2022
[1] Plinio, Naturalis historia, Liber XXXVI, 37: “Nec
deinde multo plurium fama est, quorundam claritati in operibus eximiis obstante
numero artificum, quoniam nec unus occupat gloriam nec plures pariter nuncupari
possunt, sicut in Laocoonte, qui est in Titi imperatoris domo, opus omnibus et
picturae et statuariae artis praeferendum, ex uno lapide eum ac liberos
draconumque mirabiles nexus de consilii sententia fecere summi artifices
Hagesander et Polydorus et Athenodorus Rhodii.”
[2] Scalini, M., “El signo y la forma”, Florencia
Arte y Arquitectura, Barcelona, 2007, p. 349
[3] Vasari, G., Las vidas de los más
excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros
tiempos,
Madrid, 2020, p. 750
[4] Vasari, G., Ob. Cit., p. 750
[5] Vasari, G., Ob. Cit., p. 750
[6] Vasari, G., Ob. Cit., p.
751: “Y fue un milagro que Miguel Ángel consiguiera resucitar algo que se había
dado por muerto.”
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